De niño, Ioannis Skrafnakis solía caminar descalzo por las colinas de Creta, donde el aroma del orégano, la salvia y el tomillo cubría el paisaje como un manto invisible.

Su abuela conocía los secretos de cada hierba. ¿Un corte? Un poco de aceite de oliva y un poco de cera de abejas. ¿Un resfriado? Un vapor de romero y miel. La naturaleza era su farmacia: pura, familiar y siempre cerca.

evergetikon

Sin embargo, cuando Ioannis alcanzó la mayoría de edad, eligió un camino diferente. Cambió el olor a lavanda silvestre por el de los pasillos estériles del hospital de Heraklion. Durante años trabajó allí, diligente y cuidadosamente, en el mundo de la tecnología médica y la esterilización. Se sumergió en los cuidados preventivos y la higiene: cualquier cosa que mantuviera sana a la gente.

Pero en algún lugar, en el fondo, algo seguía carcomiéndole. Cada visita a su pueblo natal le recordaba la sencillez de antaño. De cómo la propia tierra podía cuidar de ti. Y cuanto más aprendía sobre la medicina moderna, más fuerte se hacía su deseo de volver a algo más fundamental. Volver a los orígenes. Al poder de la naturaleza.

En una suave tarde de primavera de 2007, mientras el aire de Creta se estremecía con el aroma de los cítricos en flor y el suave susurro de los olivos, Ioannis y su mujer tomaron una decisión que cambiaría sus vidas para siempre. Ambos tenían sus raíces en la ciencia -él en la medicina, ella como química-, pero sus corazones latían al ritmo de la naturaleza.

Se sentaron a la mesa de la cocina de su antigua casa familiar, rodeados de tarros, botellas y hierbas que se habían utilizado en su familia durante generaciones. Lavanda, salvia, cera de abejas, aceite de oliva crudo. Ninguno de los dos creía aún en la idea de que el verdadero cuidado tenía que venir de los laboratorios.

Esa noche, el Evergetikon Un nombre que significa "benefactor" en griego. Pero era más que un nombre. Era una promesa. No una moda o un sueño comercial, sino una vocación: volver a conectar a las personas con el poder de la tierra. Con un cuidado que no camufla, sino que apoya. No aliena, sino que recuerda.

Evergetikon se convirtió en su oda a Creta. A la sabiduría de los abuelos, a la sencillez de los ritmos naturales, a la creencia de que la belleza empieza con la salud y el respeto por tu cuerpo y por el mundo que te rodea.